Un individuo que se introdujo en la iglesia de San lldefonso y
sustrajo el preciado tesoro de la Virgen de la Capilla, Patrona de la
ciudad.
Esto supuso para los jiennenses una verdadera ofensa por
la veneración que el pueblo tenía hacia su Patrona y por el carácter
sagrado del templo en el que se había cometido el delito.
El
hombre en cuestión intentó escapar de la ciudad pero cuando se
encontraba a punto de conseguirlo cayó fulminado por razones que aún hoy
se desconocen.
Gracias a este desmayo inexplicable, las
autoridades pudieron apresar al fugitivo y decidieron aplicar las leyes
vigentes de la época en materia de ajusticiamiento.
Así, para los
ladrones, se establecía la amputación de los brazos, pero el hecho de
haber robado dentro de la casa de Dios hizo que la condena fuese mucho
más dura en el caso de este fugitivo.
Así, se estableció que su cuerpo fuera desmembrado y que sus miembros fueran expuestos públicamente.
En
la época era costumbre exponer miembros amputados de los criminales a
las puertas de las ciudades para advertir a los visitantes de la
contundencia de la justicia local.
Sin embargo en esta ocasión, se
decidió que, en lugar de exponer los miembros del ladrón en el lugar
habitual (situado por encima de la actual calle La Luna), se mostraran
en la fachada de la propia iglesia de San Ildefonso.
Durante mucho
tiempo, los brazos, las piernas y la cabeza del desgraciado fugitivo
permanecieron en lo más alto de las paredes exteriores del edificio
sagrado.
Pero con el paso del tiempo, los propios ciudadanos
llegaron a cansarse de contemplar tan tremenda imagen a diario por las
calles de la ciudad brazos, piernas y una cabeza humanos colgaron
durante meses en la portada de la iglesia que da a la plaza del mismo
nombre.
Fue así que el pueblo de Jaén se movilizó para retirar los restos del ladrón de la fachada de la iglesia.
Pero
para que quedara constancia de lo que había ocurrido y, a modo de
castigo ejemplarizante, decidieron hacer una réplica de la cabeza del
ladrón para que el pueblo no olvidara las penas que se aplicaban por
semejantes delitos.
La cabeza de piedra ha podido contemplarse a
la perfección hasta hace bien poco justo en el vértice de uno de los
contrafuertes junto a la torre del reloj, al mismo nivel de un pequeño
tejadito. En la actualidad, resulta difícil aunque no imposible poder
observarla con claridad debido a que hace unos años se instaló justo
delante de la pieza un sistema de canalización de aguas que impide su
perfecta localización.