Construida en el año 1377, la que ha llegado a nuestros días presenta el aspecto tomado tras la restauración llevada a cabo a mediados del siglo XVIII.
Se trata, pues, de una obra originalmente de estilo mudéjar que vino a sustituir a una anterior que databa de época de Abd al-Rahman III.
Tanto el arco de herradura como las albanegas, que acogen dos escudos de armas de Enrique II, tienen una misma decoración basada en atauriques realizados con yeso, los cuales recuerdan a algunos utilizados en los Reales Alcázares de Sevilla.
En la parte superior del arco vemos tres arquillos polilobulados en los que hay pinturas realizadas por Antonio del Castillo en 1660 y que representan a Nuestra Señora de la Asunción, San Rafael y San Gabriel.
Los vanos están adornados con pinturas del mismo autor en las que aparecen, en el centro, la Virgen y los mártires de Córdoba San Acisclo y Santa Victoria, mientras que San Pablo y San Pedro están en los laterales, todo ello en recuerdo de la Reconquista cristiana a manos de Fernando III el Santo.
Sobre los arcos, hay un altorrelieve del Padre que corresponde a una reforma hecha en el siglo XVII.
Las hojas de las puertas, recubiertas enteramente por láminas de bronce, siendo los aldabones una copia de los de la antigua Mezquita de Sevilla.
Al otro lado, hay un pequeño vestíbulo que nos da acceso al Patio de los Naranjos (Mezquita Catedral. Patio de los Naranjos) y que en el siglo XVII fue cubierto con una bóveda que fue decorada con yeserías en estilo barroco, en la que destaca el escudo del por entonces Obispo Don Pedro de Salazar y Góngora.
Esta puerta recibe su nombre por ser el lugar donde, delante de ella, el cabildo catedralicio perdonaba públicamente a los ciudadanos que no hubiesen pagado los diezmos a la Iglesia. Además, también podían obtener algunas dispensas en las obligaciones religiosas si besaban una cruz de piedra que hay en el vestíbulo que forma el interior de la propia puerta.