Se trata por tanto de dos nichos, uno en la pared oriental del claustro, entre la sala capitular y la portada de la iglesia, y otro en el interior de la iglesia.
El armarium era administrado por un cantor, que lo mantenía cerrado durante las horas de trabajo corporal, durante la noche y la comida.
Delante del armarium ardía una vela.
Dentro se colocaban tablas, que soportaban los libros. Las puertas daban una cierta protección.