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Hospital de la Misericordia
Hospitales o farmacias, Siglo XVII
Siglo XVII.
La portada que fue en su momento el acceso a la capilla del Hospital de la Misericordia
Fundado por la madre Marta de Jesús, en 1661, para albergar y alojar a los muchos peregrinos que venían a venerar al Santo Cristo de Burgos.
Oriunda de Baeza, esta terciaria franciscana compadecida por las múltiples penalidades que sufrían tales peregrinos, con su patrimonio personal y con él que pudo allegar de donativos de particulares –llegó hasta Valladolid pidiendo limosnas para sus fines- llevó a cabo dos fundaciones sociales en Cabra de Santo Cristo. Por un lado este hospital y por el otro una escuela de primeras letras. Ambos dotados con las rentas de fincas rústicas, urbanas y censos.
El encargado de materializar tales proyectos sería el clérigo D. Juan Francisco de la Palma –quien daría nombre a la calle del hospital- quien, en el caso concreto del hospital, estipuló que tendría que abrir sus puertas a todas las personas que lo solicitaren, alojarlas durante tres días, curarlas en caso de enfermedad, darles sepultura si falleciese y ayudarlas con tres reales para el viaje de regreso a su lugar de origen.
Hasta comienzos del siglo XIX, ambas fundaciones cumplieron fielmente sus objetivos, si bien a partir de este momento con las diversas desamortizaciones y con la pérdida de importancia de esta localidad como centro de peregrinación religiosa, el clero parroquial lo fue dividiendo en casas que fue vendiendo, o apropiándose en beneficio propio, hasta el punto que para comienzos de la última centuria sólo quedaban la vivienda del capellán y la capilla.
La Capilla fue incautada por la República para escuela, pasando desde entonces a propiedad municipal.
Precisamente sería el Ayuntamiento, quien a comienzos de los años 70, transformó radicalmente su interior, perdiendo su carácter de pequeña iglesia.
Hoy sólo queda la portada, típica de un sencillo barroco.
Se trata de un amplio vano adintelado enmarcado por unas amplias pilastras colgadas y unidas por un conjunto de molduras, a modo de alfiz, y coronado en su eje por el escudo del obispo de Jaén e inquisidor general, D. Agustín Rubín de Ceballos (1780-1793).