Se trata de piedras elevadas sobre el piso de la calzada que actuaban a modo de paso de peatones, permitían a los habitantes de la ciudad cruzar las calles sin mojarse cuando el agua de lluvia las inundaba.
El espacio que existe entre cada piedra permitía que las ruedas de los carros pudieran pasar entre ellas. Obligando también a que los carros reducieran la velocidad al pasar por ellos.