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Concatedral de San Nicolás de Bari
Es una sede catedralicia de la diócesis de Orihuela-Alicante.
Se encuentra situada en la Plaza Abad Penalva
Fue edificada sobre los restos de una mezquita, en estilo renacentista herreriano.
Sobria en su aspecto exterior, su construcción se realizó entre 1613 y 1662, aunque su claustro, más antiguo, data del siglo XV.
Fue elevada como concatedral en 1959, compartiendo la sede catedralicia con la Santa Iglesia Catedral del Salvador de Orihuela.
Su aspecto exterior es de una gran sobriedad que estilísticamente enmarcaremos entre un renacimiento tardío y el primigenio barroco desornamentado.
Construida según planos de Agustín Bernardino, discípulo de Herrera, conserva sin embargo trazas del claustro pertenecientes al s. XV, testimonio de un templo anterior más pequeño que se alzó sobre una antigua mezquita.
Su interior es de grandes proporciones, con una esbelta cúpula que alcanza los 45 metros de altura, destacando la capilla de la Comunión, considerada una de las más bellas muestras del alto barroco español, y dentro del mismo estilo, las portadas del claustro y la capilla de San Nicolás (1676), patrono de la ciudad, con imagen del santo, ubicada en el centro del ábside y realizada por Juan de Villanueva.
Siguiendo los esquemas de las nuevas tipologías tras el Concilio de Trento, presenta una planta de cruz latina con los brazos del crucero muy poco desarrollados, capillas entre contrafuertes, y una gran cabecera con girola.
Cabe destacar que la planta se duplica en el nivel superior, solución que fue tomada en otras iglesias de la provincia (Elche), por lo que alcanza una gran altura.
Además de la iglesia el conjunto consta de una antesacristía, sacristía, sala capitular y un claustro cuadrangular de una sola altura.
Ya en el siglo XVIII se levantó la capilla de la Comunión de planta de cruz griega, muy decorada contrastando con el resto del conjunto.
En la parte baja se sitúa el busto-relicario de la alicantina Santa Felicitas (s. XV) y a ambos lados los copatronos, San Roque y San Francisco Javier.
De su patrimonio artístico destacan, entre otros, el Retablo de las Ánimas (Nicolás Borrás, 1574), el Cristo de la Buena Muerte (Nicolás de Bussi, s. XVII) y un baldaquino italiano de mármol y jaspe, de 1688.